El 1 de enero de 2007 el euro
celebró su quinto aniversario como moneda física. Su introducción se ha
considerado mayoritariamente un éxito. El euro, fuerte y estable, se ha
convertido en una de las dos divisas más fuertes de la economía global.
Los miembros de la zona del euro
se benefician de formar parte de un bloque mayor con una sola moneda. Es mucho
más difícil, por ejemplo, para los especuladores, hacer ganancias rápidas
comerciando con divisas y de esa forma se evita mucha de la presión que afecta
a su valor. Los especuladores sembraron el caos en el MTC a principios de la
década de 1990 y causaron que primero la libra y posteriormente la lira
cayeran, si bien por el momento no han causado daños mayores al euro. En
consecuencia, la zona del euro es más capaz de absorber alzas en los precios
que los Estados miembros de manera individual. También, la influencia del euro
llega más lejos. El comercio fuera de la zona del euro supone sólo un poco más
de un tercio del Producto interior bruto (PIB) de la zona del euro, y sin
embargo los tipos de cambio tienen un efecto sobre él. Un euro fuerte perjudica
a los exportadores y desanima la inversión extranjera en la zona del euro pero
ayuda a los importadores y a la inversión de la zona del euro en otras regiones
del mundo.
Para los ciudadanos de la UE,
viajar dentro de la zona del euro es mucho más fácil, eliminando la necesidad
de engorrosos cambios de moneda. Además, comparar los precios de los productos
y servicios es fácil, lo que contribuye al mejor funcionamiento del mercado
interno y favorece la competencia saludable, beneficiando a los consumidores.
La estabilidad económica y de precios general que ha traído el euro es
favorable para todo el clima económico, desde las familias hasta las empresas.
Las cifras actualmente indican que la introducción del euro ha hecho subir el
comercio interno en la zona del euro entre un 5% y un 15%.
Mientras los beneficios prácticos
del euro son reconocidos ampliamente, el medio político económico que ha
generado ha causado problemas a los políticos. No sólo los gobiernos han
encontrado difícil trabajar con las limitaciones en política económica del
euro, algunos han culpado al euro de coartar sus esfuerzos.
Tal vez la queja más frecuente se
refiera a la imposibilidad de los Estados miembros de fijar sus propias tasas
de interés. Recientemente, algunos políticos, en concreto en Alemania e Italia,
han demandado menores tasas de interés para estimular el crecimiento. Pero con
el establecimiento del interés principal en el 2% entre junio de 2003 y
diciembre de 2005 por parte del BCE, estos demandantes parecían no ser
conscientes del hecho de que los países de la zona del euro tenían unos tipos
de interés más bajos que los que habían tenido durante décadas. La
imposibilidad de los Estados miembros de alterar las tasas de interés significa
también que no pueden bajar de manera unilateral las tasas de interés para
incentivar la inversión o subirlas para incentivar el ahorro. Una moneda única
europea implica una política monetaria europea única. Incluso si no hay una
política económica europea, todos los Estados miembros de la zona del euro
tienen que desarrollar sus políticas económicas dentro de los límites establecidos
por la UE.
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